Época: Barroco18
Inicio: Año 1550
Fin: Año 1700

Antecedente:
El arte en las Indias
Siguientes:
Estructura y decoración
La columna salomónica y el estípite
El interior y el ornato

(C) Victor Nieto y Alicia Cámara



Comentario

Esta desproporción no debe entenderse como consecuencia de un dispendio independiente de su funcionalidad sino de la necesidad de establecer una imagen de atracción, poder y prestigio a través de la arquitectura. El número y las dimensiones de los edificios, su decoración interior con yeserías o revestimientos de madera tallada y policromada así como la importancia conferida a los retablos y a las portadas se proyectaron como instrumentos para persuadir, convencer y atraer. Muchos de los recursos plásticos utilizados para ello derivaban de planteamientos que venían desarrollándose en la arquitectura española y que en América experimentaran una evolución propia. Durante el siglo XVI algunas órdenes como los agustinos pusieron un énfasis especial en acentuar el valor de las portadas, por lo que algunas, como las de Acolman (1560), Actopan, o Yuririapúndaro (1550-1559), desarrollan una suntuosidad que contrasta con la arquitectura americana contemporánea.En la arquitectura española de la época de los Reyes Católicos la portada asume un nuevo valor como núcleo regulador de diversos elementos de carácter decorativo, iconográfico y representativo. Concebidas como un retablo esculpido en el exterior, las portadas se convierten en un elemento retórico destinado a la persuasión. Este planteamiento estableció una distinción entre la estructura arquitectónica del edificio y la concentración decorativa de la portada, que permanecerá inalterable en España y América hasta finales del Barroco, siguiendo un proceso paralelo que en muchos casos se desarrolla con un ritmo que sigue sus propias leyes. La portada se ofrece como un retablo pétreo esculpido en los espacios preferentes del exterior del edificio. Su situación en los accesos de la fachada occidental y del crucero cumplía una función de atracción en el marco de un sentido itinerante que, iniciado en el exterior, culminaba su recorrido piadoso y visual en el retablo mayor. En algún caso en la portada se anticipa la iconografía del retablo, como en la iglesia de la Compañía del convento de Tepotzotlán (1760-1762), en México.Las portadas y los retablos no fueron solamente unos elementos decorativos añadidos sino que condicionaron determinadas soluciones arquitectónicas del edificio. La concentración de la decoración configura un ritmo particular en la alternancia entre paramento y ornamento. A su vez, los retablos exigían ábsides con paramentos planos y ventanales pequeños o sin ellos. Así, los ábsides de las iglesias construidas en el siglo XVI de Acolman, en las que el retablo se extiende hasta los arranques de las bóvedas; del convento de Huejotzingo, cuyo retablo contiene esculturas de Pedro Requena y pinturas de Pereyns, y de la iglesia de Xochimilco.